Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal.Si tuviéramos que encontrar una palabra para definir la relación entre la vida y la obra de Nietzsche, tendríamos que hablar necesariamente de contraste, enfrentamiento, oposición. Estos sustantivos reflejan la tensión que existe entre una persona que vive marcada desde muy joven por la enfermedad, y que sin embargo elabora su propia filosofía como una exaltación de la vida. Discordancia tan llamativa como la que se produce en su pensamiento: una de las inteligencias más profundas, claras y desarrolladas de su tiempo es también responsable del irracionalismo más radical que se ha formulado en la historia de la filosofía. Nacido en Röcken, Nietzsche fue hijo de un pastor protestante, circunstancia por la cual el filósofo alemán conocería profundamente los textos y tesis centrales del protestantismo. Durante su etapa escolar, destacó tanto por sus excelentes resultados académicos (especialmente en música y en lenguaje) como por su fuerte carácter, que le mantenía alejado del resto de compañeros. Es en esta época donde comienzan ya las fuertes jaquecas que marcarán toda su vida y que terminarán llevándolo a la locura. En 1864 comienza estudios de Teología y de Filología clásica en Bonn. Cuatro años después se siente fascinado por la música de Wagner, sobre la que proyectó parte de sus expectativas sobre el arte. En 1869 es nombrado catedrático de griego en la Universidad de Basilea, lo que despertará las envidias y recelos de todo el mundo académico, que poco a poco le va arrinconando y despreciando. En esta época, publica una de sus grandes obras: El nacimiento de la tragedia.
En 1878 se termina su amistad con Wagner, y al año siguiente la enfermedad le obliga a abandonar la vida académica. Desde entonces se sucederán los viajes terapéuticos, y continuará con su labor creadora completamente al margen del mundo universitario oficial, mientras su madre y su hermana comenzarán a dominar su vida, interfiriendo en muchas de sus decisiones. En 1882 conoció a L. A. Salomé, que significó un nuevo renacer en el ánimo de Nietzsche. Sin embargo, Nietzsche termina alejándose de ella por la influencia de su hermana. En 1889 sufre un colapso en Turín, es internado en una clínica psiquiátrica, y se le diagnostica una parálisis progresiva. Comienzan unos años de locura, de decadencia física y mental, pasando a depender cada vez más de su familia, hasta su muerte en el año 1900. En este último período, su hermana se encargará de editar las últimas obras escritas antes de enloquecer, tomando un control absoluto (no exento en algunos casos de manipulación) sobre los escritos del filósofo alemán.
Su pensamiento puede dividirse en 4 etapas, pero no deben entenderse como períodos separados y sin relación: frente a esto, como han señalado algunos intérpretes, hay una absoluta continuidad en el desarrollo de las ideas de Nietzsche. En cierta forma, lo que hace Nietzsche en toda su filosofía es extraer las consecuencias filosóficas de la semilla que sembrara en El nacimiento de la tragedia. Veamos cuáles son los periodos más importantes del pensamiento nietzscheano:
Periodo romántico: la filosofía de la noche. Coincide con su estancia como docente en Basilea y con la publicación de El nacimiento de la tragedia (1871). Se nota de un modo muy marcado la influencia de Wagner y de Schopenhauer, cuya filosofía le cautivó ya en su juventud. Durante estos primeros años estudia con profundidad el pensamiento de los presocráticos. Sócrates es el objetivo constante de su crítica, y lo dionisíaco aparece una y otra vez como trasfondo de su pensamiento. A esta misma época pertenecen las Consideraciones intempestivas.
Período ilustrado: la filosofía de la mañana. Comienza con sus viajes, y aunque aparentemente trata de romper con su pensamiento anterior (sobre todo respecto a Wagner y Schopenhauer) continúa con una auténtica inversión del pensamiento tradicional, tomando como referencia a Voltaire y a otros ilustrados franceses. Desprecia la metafísica, la religión y el arte, y emerge la figura del “hombre libre”. A esta etapa pertenecen Humano, demasiado humano (1878), Aurora (1881) y La gaya ciencia (1882).
Zaratustra como el nuevo profeta: la filosofía del mediodía. En este período la filosofía nietzscheana alcanza su madurez y esplendor. La obra fundamental, aquella en la que nos presenta a Zaratustra, su nuevo profeta que será símbolo del superhombre: Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie (1883-1884). Zaratustra representará también a Dioniso, y será el encargado de anunciar la muerte de Dios.
Período crítico: la filosofía del atardecer. Esta vez el punto de mira de la crítica nietzscheana se fijará en toda la civilización occidental, particularmente en algunos de sus productos culturales: la religión, la filosofía y la moral, pero también la ciencia. Se recupera el carácter del segundo período, pero de un modo más agresivo, obsesionado por denunciar el nihilismo y la decadencia occidentales. Nietzsche es ahora el “filósofo a martillazos”, cuya crítica radical y visceral campa a sus anchas por obras como Más allá del bien y del mal (1886), La genealogía de la moral (1887), Crepúsculo de los ídolos (1889), El anticristo (1888) y Ecce homo (1888). A partir de estas obras continuará plasmando sus ideas en aforismos que serán recogidos después en la obra La voluntad de poder (publicada póstumamente en 1901).
Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los "cómos".
La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio.
El destino de los hombres está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices.
El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
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